En el hogar
le trataban como un rey. Su madre y hermana mantenían la casa como los chorros
del oro, la comida lista su hora, y las camisas siempre bien planchadas. Gundemaro,
porque así se llamaba, era desde hacía años el único sustento, y como tal,
controlaba hasta el último céntimo de euro que se gastaba. Debían entregarle el
ticket de cada cosa que se compraba, para los gastos personales de ellas había
destinada una cantidad muy escasa, lo que les obligaba a adquirir cremas y
maquillajes de malísima calidad que, en más de una ocasión, les produjo
alergias.
Gundemaro no
movía ni un solo dedo. Llegaba de la librería, siempre de mal humor, normalmente
quejándose de lo inculta que era su clientela, se sentaba a cenar y, desde ese
instante, la única palabra que se escuchaba en aquel hogar era la suya.
-
Necesito
dinero para cortarme el pelo – se atrevió a pedir su hermana Dolores
-
¿Otra
vez? – casi reprochó Gundemaro
Ella le miró muy sorprendida.
-
La
última vez fue hace casi siete meses, ya no me aguanta el peinado, no tengo
forma ning….
-
Chiiiiiiiiiis
– le interrumpió muy enfadado- No me interesan tus tonterías, cuando pasen ocho
meses hablamos…
No se me ocurre nada más, fingiré que Fellini me está esperando..
Vigesimoquinto intento
ResponderEliminarUn abzo
Jesus Locampos
Muy bueno Susana ¿continuará? Espero que sí. Un abrazo
ResponderEliminarMe he quedado con ganas de más.
ResponderEliminarEstoy convencida que la mala leche de este señor viene motivada por algún trauma...nos vas a sorprender seguro..
ResponderEliminarLa curiosidad y el interés por saber más de Gundemaro y sus circunstancias crece de manera exponencial. ¿Para cuándo el siguiente?
ResponderEliminarBesos a Fellini en los bigotes.