lunes, 6 de abril de 2015

GUNDAMARO NO TIENE EXCUSA



Cuando Dolores descubrió la cámara, no supo muy bien cómo reaccionar. Del primer “¿y esto que hace aquí”? pasó al “¡Ahora lo comprendo todo!”. Para terminar con una fría sensación de vulnerabilidad, se sentía, de alguna manera, violada. Agarrando fuertemente la cámara se dirigió, llena de ira, hacia la salita donde madre e hijo se encontraba viendo la televisión. Alzó la mano, poseída por un fuerte sentimiento de cólera, y lanzó el objeto contra la pared  provocando el espanto de ambos. La miraron con el rostro desencajado, paralizados por el miedo. A Gundamaro le temblaba la barbilla, nunca fue hombre de enfrentamientos a pecho descubierto.
-¿Por qué?- simplemente preguntó Dolores con los ojos llenos de amargura- ¿Pero a ti que te pasa? ¿Qué tienes por dentro?
Gundamaro no supo que responder. Sintió que todo le daba vueltas, le faltaba el aire, y  notó un gran peso en el pecho. Asustado intentó levantarse, pero no lo consiguió, le fallaron las piernas y cayó redondo al suelo ante el estupor de las dos mujeres. Dolores corrió hacia el teléfono a llamar una ambulancia, casi no le salía la voz, le torturaba la idea de haber matado a su hermano del disgusto.
-¡¡¡Tu hermano!!!- gritó de repente la madre- ¡no respira!


Dolores notó que la tierra se abría bajo sus pies….