viernes, 13 de febrero de 2015

GUNDAMARO Y LA CAJA DE PANDORA




Era hermosa, reluciente y llena de poder. La caja de Pandora era toda suya. Estaba ahí para su uso y disfrute, solo debía decidir cuándo, el cómo lo tenía muy pensado. Decidió tornarse más tranquilo en casa, considerar zanjadas las hostilidades e incluso dar muestras de buen humor delante de “sus chicas”, algo a lo que no estaban en absoluto acostumbradas. De esta manera conseguiría que Dolores se relajase, su estado de alerta desparecería y a él le resultaría más fácil abrir la caja de todos los males del mundo, en el momento más adecuado y mortífero.
Todos los días a las cuatro de la tarde, Dolores recibía una llamada de sus nuevos amigos, bien para proponerle un plan bien para comentarle algún problema. Estaba muy bien considerada entre el grupo por su discreción y buenos consejos. De esto se había enterado Gundamaro, por ello decidió esconder todos los días , mientras su hermana limpiaba la cocina, una pequeña cámara en su habitación. Era  el plan perfecto para descubrir las conversaciones que Dolores mantenía cuando se encerraba allí. Gundamaro sabía muy bien que la información es poder.
La cámara siempre la retiraba cuando regresaba del trabajo, normalmente su hermana no había vuelto aún y le resultaba más fácil maniobrar ¡era maravilloso! Dolores hablaba tanto y daba tantísimos consejos que no le resultaba nada difícil hilar conversaciones y recabar información valiosa e íntima de sus nuevos amigos. La tela de araña se iba tejiendo lentamente. Sin duda la venganza es un plato que se sirve frío. Es más sabroso.